Las desventajas siempre tienen también su parte positiva. En
este caso, como no vivo en el centro de la ciudad, cada vez que voy al “prepa”
tengo que coger el coche y “perder” 20-25 minutos a la ida y otros tantos a la
vuelta. Pero para nada lo vivo como una pérdida de tiempo. De hecho, el balance
de pros y contras es claramente positivo:
Principales contras:
- Se pierde tiempo. A la postre casi una hora del día, lo cual traducido a idioma opositoril es el coste de oportunidad de dos o tres capítulos de serie, cervecilla rápida con los amigos o varios capítulos del último enganche literario. Si multiplicamos por ocho clases al mes y once meses… ¡más de tres días y medio al año!
- Contamina. La verdad es que es una gozada ir en el cercanías calentito, que te lleva y te trae y puedes ir con tus casquitos leyendo. Pero resulta que también te puede costar el doble y tardar el triple porque las conexiones son aun escasas. Del autobús mejor ni hablamos… El consuelo es que mi coche es de esos que contaminan poco o, al menos, “la moto” me la vendieron bien jajaja.
- Puedo tener un accidente y morir y entonces todo el mundo iría a mi entierro y diría “Ay qué ver, con lo buena chiquilla que era” o “con lo buena jueza que iba a ser” =P.
A favor:
- Me despeja. Después de llevar 1.578 horas estudiando desde la última clase y 23 horas desde la última vez que pude dormir o hacer algo que me gustaba (los días de prepa son para mí los más estresantes y, sí, soy bastante “exagerá”, venía de fábrica) tener que conducir es la excusa perfecta para no tener los temas por delante.
- Interacciono con gente extraña. Sí suena un poco raro y de necesidad de internamiento involuntario del art. 763 LEC... pero siempre es bonito ver cómo alguien te agradece que le cedas paso cuando no le corresponde o cagarte en el ------ del listillo de turno y hacerle una “reverencia”.
- PUEDO ESCUCHAR MÚSICA. Sí, era aquello a lo que antes dedicaba tiempo exclusivo y que ahora se reduce a ir de fondo mientras hago otra cosa. En el coche me puedo dedicar de pleno a disfrutarla. No sólo eso, sino que también puedo:
- CANTAR. Pero de verdad. No de esos cantes que parece que me estoy atragantando (que son los que vienen un ratito más tarde de mi plácido paseo, al llegar con el prepa). ¡Qué bonito es cantar a lo Alicia Keys en “Girl on fire” como si no hubiera un mañana! ¡Y sin miradas reprensivas (salvo la de otros conductores o transeúntes…)! A mí es que me alegra el día. Científicamente tiene que estar demostrado que cantar hace más feliz. Subirá las endorfinas o la serotonina o la “contentinina”, pero algo sube. Si, además, se me da bien el cante con el prepa, a la vuelta ya ni hablamos. Montserrat Caballé se queda en pañales.
¡Un abrazo compañer@s!
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