viernes, 30 de octubre de 2015

Odiados puentes

   Aquí estoy, escribiendo en el móvil en la biblioteca. Llevo ya media hora viendo chorradas en Facebook y no encuentro más excusa para ponerme a estudiar de nuevo que escribir una entrada y así dar rienda suelta a la ira que desatan en mí los puentes malditos. Qué bonitos son los puentes, qué bonitos son los memes del WhatsApp anunciando que llega un largo puente... cuando una oposita. Comidas e historias familiares, cambios del día libre, horario anormal de cante: gloria bendita.

   Ya vaticino el buen estudio que me deparan estos días, lo estoy empezando a comprobar hoy mismo.

   Para colmo, y tras meses sin poder disfrutar de un buen enganche literario, tras meses sin apenas leer novela alguna (en concreto sólo dos en los últimos seis meses, vergüenza y tristeza aunadas), resulta que ayer di con una página que hace reseñas de libros. ¡Que le pagan por eso! ¡Que hay personas cuya ocupación principal en la vida es leer novelas épicas y de fantasía y viven de ello sobradamente bien! Esta mañana de camino a la biblioteca no podía parar de pensar en eso y sentirme subnormal por dónde me hallo.

   Pero ya, a estas alturas, como los burros. Y hablando de orejeras, miles de veces son las que he pensado en lo bien que me vendrían unas para el estudio, así no me distraería con lo que pasa en el resto de la sala. Hasta he pensado en fabricarlas (porque ir a comprarlas a una tienda equina ya es otro nivel) pero aún gusto de parecer medio normalita y he optado por abstenerme. Lo que hago es dejarme el pelo suelto y me sirve de cortina.

   Recuerdo ahora que tenía pendiente contaros cómo me va el estudio últimamente. La verdad es que estoy contenta, he bajado el ritmo, llevo menos temas y todo va mucho mejor. La calidad de los temas y de las exposiciones ha aumentado, así que estoy hasta más motivada ^^.

   Después de esta pausa (de casi una hora -porque además blogger se me ha quedado pillado-) me dispongo a retomar el estudio. Ahora que me he desahogado un poco creo que me irá mejor (y si no ya pues la semana que viene, ¡qué se le va a hacer!).

   ¿Vosotrxs odiáis los puentes tanto como yo?



Un abrazo compañerxs.


domingo, 18 de octubre de 2015

Columpios

   Lo reconozco*, tengo un problema con los columpios. Aunque, bien pensado, quizás el problema no lo tenga yo sino los demás. ¿Quién dijo que montarse en los columpios era de niñxs? Yo desde "chiquetita" he tenido el irreprimible impulso de subir a todo columpio que me encuentro. Y aunque me resulta muy difícil, si hay niños y tal, hago un sobreesfuerzo y me aguanto, pero si están solitarios, ¡aprovecho! Da igual que vaya de camino a algún sitio o que tenga cosas que hacer ese día, aunque sea en cinco minutillos de nada tengo que subirme y balancearme.



   El otro día volvía a casa, iba más bien con prisa porque tenía que retomar el estudio, y pasé al lado de un parque vacío. Ya caía la tarde cuando los gorriones y mirlos se recogían en las copas que resguardaban los columpios. Me acerqué, buscando el cartel de "prohibido mayores de 14 años", afortunadamente ausente. Me senté en la tabla de goma y se me vino a la mente la canción "Ain't no sunshine". La busqué en Youtube mientras empezaba a estirar y recoger las piernas en ese automatismo que cosquillea los recuerdos de mi infancia. Fueron sólo unos minutos, puede que sólo unos segundos, pero fueron mágicos. Hasta los pájaros empezaron a responder a la música. Al poco sonó el timbre de llamada y el momento se rompió, pero me quedo con que lo viví.



   Cuando me balanceo en los columpios me siento muy bien. Es como si se parase el tiempo. Es como un regalo. No sólo por el agradable movimiento en sí, sino por concederme ese instante y esa sensación de libertad.

   ¿A vosotrxs no os han preguntado alguna vez "si pudierais tener algún superpoder cuál sería"? Yo siempre he contestado, sin dudar, que el mío sería volar. Debe estar relacionado el que me gusten tanto los columpios, puede que, al balancearme en ellos, inconscientemente sienta que es lo más cerca a volar que he puedo estar. Mis mejores sueños son aquellos en los que vuelo. En ellos empiezo a correr y cuando me doy cuenta estoy elevándome y puedo volar por encima de mi casa. Sólo en dos o tres ocasiones, en esos maravillosos sueños, he podido además "dirigirlos". Es como un estado intermedio entre estar dormida y estar despierta y en ellos puedo tomar decisiones pseudo-conscientes disfrutando de ese extraordinario poder. Hace ya tiempo que no tengo esos sueños, ojalá esto que escribo sirva de invocación.


   *Esta expresión quedó marcada para siempre por culpa de Estopa (qué adolescencia... me sabía todas sus letras). No hay una vez que no la escuche/diga/piense que no acompañe el resto del estribillo de "Poquito a poco".


   PorCierto: No sé cómo no me ocurrió hablar de todo esto al poneros la canción de Chaplin.




Un abrazo compañerxs.




miércoles, 7 de octubre de 2015

Porquerías de mi opozulo

   Mi cuarto de estudio suele ser un desastre. O eso dice mi madre. A mí me parece que está todo donde tiene que estar, es decir, ese aparente desorden tiene su orden. Vale que a veces los papeles se entusiasman, reproducen y colonizan hasta las últimas esquinas, pero normalmente están bajo control. Parte de la culpa del "desorden" la tiene la mesa, que es enorme. Es de una odiosa famosa tienda de muebles y es tan grande que hace esquina, pareciendo, en realidad, dos mesas más que una sola. Esto se traduce en mucho espacio por donde expandir y apilar mis temas.

   En mi opozulo hay dos sillas. Una es de una malnacida conocida tienda de muebles y la otra creo que también. La primera es una silla de oficina, alta para la cabeza, con reposabrazos, reforzamiento de lumbares y ruedas. Se puede regular su altura, su resistencia en la espalda, se puede balancear y hasta te hace los bocadillos si se lo pides por favor. Pues bien, es una caca de la vaca de silla, al rato de sentada me duele hasta el pelo. De ahí que también tenga la segunda silla. Si la primera era negra ésta es blanca; no es tan alta y tampoco tiene brazos, ruedas ni chorradas. Fija al suelo. Cómoda. Yo diría que hasta concentra en el estudio.

   ¿Qué más? Bueno en mi cueva del estudio, como en todo opozulo que se precie, hay flexo, atril, bolígrafos a puñados, tapones, rotuladores a mansalva, post-its, folios, códigos, grinder... ¡Lo normal vamos! En fin, cuestiones largas de explicar aparte, además de cosas corrientes también hay otras un pelín más peculiares y esas son las que quería enseñaros:

   1. El mazo. Lo cogimos en la cabalgata de los reyes de hace un par de años y lo lógico hubiera sido dárselo a mi sobri porque hace un sonidito muy gracioso, pero se lo regalaron "a la jueza".

   2. Rocas místicas. Hay quien tiene pelotas antiestrés; yo tengo piedras. Son minerales pero no me preguntéis cómo se llaman, sólo me sé algunos. La cosa es que son bonitas y me relaja tocarlas, robarles el frío y, cuando ya están calentitas suelo metérmelas dentro de la ropa, normalmente en los brazos. Manías de una.

   Me he acordado al escribir esto que sí que tuve pelotas antiestrés y me encantaban. Las hacía yo rellenando globos con harina, les ponía sus lunaritos y eran agradabilísimas de aplastar. ¿El problema? Poner todo perdido de harina al romperse (una que es un poco bruta), o encontrarte que esa burbujita blandita tan apetecible de morder se convierte en  una fiesta de harina en tu boca.

   3. La varita mágica. Fue un regalo por empollonix. Quiero pensar que algún día obrará el milagro de la plaza, aunque supongo que las miles de horas que estoy invirtiendo en ello también tendrán algo que ver.

   4. El cuadro porno. Resulta que había un espacio vacío en mi opozulo y al levantar la vista de los temas hacia la izquierda "sólo" encontraba un dulce remanso de pared limpia. Este cuadro andaba rulando por casa desde hacía tiempo y pensé: qué mejor que una tía en pelotillas para rellenarlo. No, no tiene ningún sentido, pero ahí se quedó.

   5. La bola navideña. En la puerta tengo un cartel anunciando mi opozulo y rogando llamar antes de entrar "como medida preventiva de infartos". No sé vosotros, pero yo con la oposición me he vuelto muy sensible y asustadiza. Cuando estudio doy la espalda a la puerta y normalmente tengo tapones y cascos puestos. Más de una vez (y más de cien) han entrado a decirme algo y no me he percatado... hasta que, al notar que una cosa grande se mueve muy cerca de mí, casi me muero del susto. Taquicardias para rato aseguradas señores. Rogar llamar no es bastante precaución ante tales riesgos, así que me las ingenié para conseguir un artefacto de detección precoz del movimiento mediante alarma sonora. Es decir, bola de navidad en el pomo que cae al suelo al abrir y rebota sonoramente. Genius, ¡es o no!

   6. Finalmente llegamos a la joya de la corona de mi opozulo, la que mi madre bautizó como "La Caja de la Mierda". Quizás por cierta tendencia genética, lo cierto es que  se ha acentuado mi incipiente síndrome de Diógenes. Los blogs de Do It Yourself también son culpables y menos inocente aún  resulta mi querida oposición, pues de tener tiempo no tendría que acumular ideas, proyectos y materiales, guardando todo lo reciclable. Como resultado, en una esquina de mi opozulo tengo una caja de cartón con cosas tan valiosas comos botes de champú vacíos, aros de sujetador (seguro que para algo sirve) o medias rotas (esto vale oro, fijo), entre otras perlas.


   PorCierto1: Entrada dedicada a mi Aruyo ^^

   PorCierto2: Muchísima suerte a todos lo que tienen orales cerca. Mención especial a mi campeonísima, tú sabes quién eres ;) Qué alegría me vas a dar, ¡ya verás! 

   PorCierto3: No desesperéis por culpa del BOE, pasito a pasito se hace el caminito. ¡Y lo que estamos adelantando en la línea de reencarnaciones!

   Y vosotrxs, ¿qué tenéis en vuestro opozulo? ¡Contadme!



¡Mucho ánimo con el estudio!



Un abrazo compañerxs.

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...