Los días previos al examen estaba bastante nerviosa, como es lógico. No tuve más remedio que chutarme todo relajante que hallaba a mi alcance. Las infusiones Relax me las bebía de tres en tres y, aparte, por la mañana y por la noche, me tomaba una pastillita Enrelax. Lo hice para ir calmando los nervios de cara al examen, pero también para saber si me afectaba al estudio, la concentración o si en definitiva me dejaban "lista papeles" jajaja. Todo perfecto y muy recomendable, oiga. Gracias a mi terapia relajante, la noche de antes del día D pude dormir como un bebé y despertarme justo antes de que sonara el despertador. Ese mismo día me di un chute bueno y los nervios: como la seda.
Es más, no sólo estaba bastante tranquila (dentro de lo que cabe), sino que esa misma mañana me zampé una cantidad de temas inimaginable. Me cundieron más esas 6 horas que los dos días anteriores juntos (en los cuales tenía ya un empacho mental considerable y sólo podía pensar en que pasara el maldito examen). Con la inminencia del examen se desvaneció todo lo que salía de los márgenes de los temas y se me desarrollaron cuatro cerebros capaces de leer artículos de siete en siete. En serio, sé que soy exagerada y que se me nota, pero lo de esa mañana fue de récord guinness jajaja.
Total, que llegó el mediodía y apenas almorcé. Entre que no me entraba nada y que temía que me cayera mal en el estómago... pero algo sí que me forcé a tragar. Sabía que lo necesitaba para que la mente estuviera a pleno rendimiento (y para poder meterme las 50 pastillas que tenía que tomarme, antibióticos entre otras, ¡óle!). Pues bien, fue acabar de comer y entrarme el agobio de que iba tarde: ¡Que no llego, que no llego! Claro que llegaba... estuve esperando una hora allí, pero tú sabes, las cosas de los nervios. Nervios que, por la medio-carrera que me provocaron al salir, me pusieron en carne viva los pies antes de entrar en la boca de metro siquiera. Aunque los malditos tacones nuevos también tuvieron parte de culpa... Chic@s los zapatos que llevéis que estén muy trillados, que cualquier factor por nimio que parezca, puede desestabilizar la serenidad de ese día y mandar al traste el examen. Supongo que esto es algo muy básico y estaréis pensando que soy una verdadera pardilla. ¡Yo lo pienso rotundamente!
El caso, que llegué a la parada de Colón y finalmente al Supremo. Lo primero es que entras por unas puertas correderas de cristal e inmediatamente pasas por el control de seguridad, Menos mal que no te hacen quitarte tantas cosas como en los aeropuertos, que si no más de un@ entraba medio en pelotillas al examen jaja. Los policías muy amables todos, eso sí. Justo enfrente del detector de metales hay un mostrador donde entregas el DNI y el policía te da una acreditación (bastante grande e incómoda por cierto). Ellos te indican cómo llegar al ascensor para subir a la primera planta, donde están las Salas de examen. Fue al llegar arriba cuando me quedé literalmente con la boca abierta. Los pasillos ornamentadísimos... las -me atrevería a decir- centenarias puertas de madera verde y dorado... mármol blanco por doquier... ¡El edificio es impresionante! Entonces entendí aquello de "Palacio de Justicia".
Aligero que se me está yendo de las manos la entrada jaja. El caso, que me llamaron y entré a la imponente Sala (¡ni más ni menos que como la de la foto!). Fue la Secretaria, ubicada a la izquierda, quien me indicó que me acercara a por las fichas. Antes, si bien, me recomendó que sacase el boli y el cronómetro, dejándolo ya preparado en la mesa. Inmediatamente después cogió la primera bolsita roja (todas puestas sobre su mesa y cada una con su número) y removió las fichas antes de ofrecerme coger una. Metí la mano y saqué la primera bola mientras ella apuntaba en el folio del examen el número del tema correspondiente y lo anunciaba al resto de los miembros del Tribunal, quienes también tomaron nota. Tal que así fue con todos los temas y al final me tendió un programa para que decidiera si quería cambiar alguno.
Pues bien, ya cuando iba sacando las fichas de los últimos temas pensaba yo Uy, me parece que no he tenido mucha suerte... No, OV, hija mía, no es que "no hayas tenido mucha suerte", ¡es que no te podían haber caído peores temas! Total que cambié ficha, pero qué casualidad: ¡cogí justo un número posterior al que me había tocado! Y pues como que no...
A todo ello, si bien, el Tribunal fue totalmente ajeno, esto era solamente mi cerebrito martilleándome. Yo iba muy metida en mi papel de "Opositora Suprema" y no se traslució la más mínima duda en mi rostro. Así, muy pagada de mí misma (me encanta cuando leo esta expresión en mis enganches literarios jaja), cogí mi papelito con los temas y allá que me fui a hacer los esquemas. Entretanto, alguno de los miembros salieron, pero no hicieron nada de ruido (o yo estaba muy centrada en lo mío y no me cosqué de nada). Además respetaron escrupulosamente los 15 minutos. Volvieron y el bedel anunció que era audiencia pública. Nadie entró en mi caso, pero la verdad es que, en otro caso, tampoco sé si me hubiera enterado.
Finalmente llegó el momento decisivo. El Presidente me indicó que encendiese el micro y que comenzase la exposición. Sin olvidarme de la venia, allá que me dispuse a cantar todo lo que pudiera aunque el examen ya sabía yo que no lo acababa. No iba a dejar pasar una oportunidad como esa de experimentar lo que es someterse al Tribunal de Oposición.
Quizás fuera el hecho de saber que no tenía nada que perder, que no me jugaba nada, o quizás el que estaba yo muy metida en mi papel de Opositora Suprema jaja, no sé lo que fue. Lo que sí sé es que pocas veces he cantado temas con tanto... arrojo, digamos. El ritmo era bueno, el tono era alto (quizás más del necesario por el altavoz, y como no te escuchas tampoco sabes si está demasiado cerca) y las ideas las pude enlazar con soltura. En definitiva, expuse con bastante seguridad, dadas las circunstancias. Pero, como dije, sabía que no terminaría mi examen y así fue. Sin embargo, creo que lo importante es que el resto del examen que pude hacer me pareció aceptable. Al menos yo salí muy satisfecha. Lo había dado todo no sólo antes (y más allá del Mes De La Muerte) sino también durante, así que no podía reprocharme absolutamente nada.
No puedo terminar la entrada sin resaltar que el Tribunal me pareció extremadamente respetuoso con el opositor. La mayoría me miraba fijamente con cara de concentración y los demás seguían la ley. Sólo en un instante vi a dos comentar algún detalle, pero no perder el hilo de la exposición y mucho menos hacer aspavientos. Creo que en eso sí que tuve muuuucha suerte jajaja. La verdad es que lo más mínimo puede distraerme y con ello perderme de lo que iba diciendo, así que es muy de agradecer esta actitud por su parte. También me resultó un detalle muy grato el que al finalizar la exposición dieran algún que otro consejo sobre cómo enfocar mejor la exposición.
En definitiva y al menos en mi experiencia: no es para tanto. Lo importante es tener seguridad en tu bagaje y en tu exposición. Y listo. Bueno, vale, esto no se lo cree ni tu tía Frasca jajaja Lo reconozco, no es precisamente peccata minuta y se pasa cuanto menos regular... pero ir al examen restándole importancia y considerándolo como un mero trámite es, a mi juicio, algo muy positivo. Incluso diría: ¡nos acerca al aprobado!
Un abrazo compañer@s.