lunes, 22 de febrero de 2016

Mango y manta










Un abrazo compañerxs.




domingo, 14 de febrero de 2016

Nido

   Mucho ha que no me recreo en una pequeña cosa. Esta vertiginosa vida que nos empeñamos en atragantar... Qué tonta me siento en momentos de cierta lucidez.

   Horas de artículos, horas de flexo, horas de lápiz y papel sucio, horas de cronómetro, horas de pared blanca. Minutos de descanso, minutos de conversación, minutos de engullir, minutos de móvil. Segundos de subidón, segundos de gratitud, segundos de preocupación, segundos de lagrimilla emotiva, segundos de risa (con suerte).

   Y así, tras un duro día, siendo ya más tarde de lo que debiera y en víspera del cante semanal, ducha, dientes y a la cama. Entro cansada y con frío. Me alegro por enésima vez de que mi madre me comprara estas sábanas granate de coralina. Me acurruco de lado, encajando el cuerpecito en el molde que imperceptiblemente existe en el colchón. Subo el edredón, siempre cubriendo la oreja y evitando que traspase luz alguna. Lo aplasto para que entre aire fresco, pero sólo lo mínimo suficiente para que no respire aire muy caliente y viciado. Conseguida la cavernita de respirar, ubico bien las manos, una en puño cerca de la cara. Me rebullo unos centrímetros por aquí, unos milímetros por allá y se acabó.

  Mi cuerpo se relaja, es consciente de sí. Me doy cuenta de que físicamente no podría estar más cómoda. Que en este momento todo está en paz, sin dolor, sin sufrimiento, sin desasosiego. Que las preocupaciones ha quedado atrás, en el ya barrido día. Que, si quiera un segundo, soy plenamente feliz. 


Fuente

    Y no es sino cuando escribo estas palabras que intuyo la razón última de gozo: el subrepticio reflejo del vientre materno.



Un abrazo compañerxs.




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